[ad_1]
No lo recuerdo bien, pero una vez Earle o Roberto, uno de los dos profesores, hablaron de cómo un evento repentino puede cambiar lo que planeabas escribir para la columna semanal. La charla o el comentario en el pasillo, no estoy seguro, fue para advertir a los futuros periodistas lo importante que era estar atento al contexto porque cualquier imprevisto podía transformarlo y por tanto cambiar los planes a opinión profesional.
Escribo esta columna, que se publica desde hace varios meses, los miércoles. Y ese día, 20 de marzo, fueron dos para ustedes que leen, pero hoy para mí, que escribo, lo hago (o hice) con la tristeza por el fallecimiento de la maestra y guionista venezolana Patricia Kaiser.
Durante casi una década fue profesor del departamento de cine de la Escuela de Artes de la UCV. Y actualmente fue profesor de la Universidad Nacional Experimental de las Artes y de la Fundación Cinemateca Nacional. Además, le gustaba presentarse como escritora y asesora en proyectos de investigación, culturales y audiovisuales.
Su partida me enteré por mi amigo, filósofo y profesor Manuel Azuaje Reverón. Después de nuestra sorpresa y arrepentimiento mutuo, nuestra conversación giró hacia la preocupación que compartía con Kaiser sobre la crisis de la educación superior en Venezuela. De forma remota y vía mensaje de texto, cambié lo que hablé con la maestra en las últimas reuniones con ella.
Patricia, como muchos docentes críticos y abnegados de nuestro país, estaba muy preocupada por la tendencia predominante en algunas instituciones a promover una enseñanza orientada al “hacer” sin ninguna reflexión teórica. La tecnología dominante, para Kaiser, amenazaba con dejarnos una juventud empoderada en habilidades y destrezas, pero no en pensamiento crítico y análisis riguroso, algo tan necesario en este momento histórico para el país.
“Tengo una angustia que seguro compartes conmigo. Siento que quieren que no pensemos. Es triste lo que está pasando. Quieren reducir los temas teóricos, entre comillas, para que en algún momento desaparezcan. “Rechacemos rotundamente”, nos dijo a Manuel y a mí con su pasión y vehemencia características.
Me aferro a esto para honrar tu memoria. Me niego, como se negó el Káiser, a enseñar por enseñar. Adiós Patricia, amiga mía.
[ad_2]