‘Construyendo puentes’ en un suburbio de París en medio de temores de disturbios

Los niños caminaron con brillantina en sus mejillas, agitando globos mientras la cantante pop francesa Corine actuaba frente a decenas de espectadores.

A pesar de los temores de disturbios que han sacudido a Francia en las últimas semanas, las festividades en el suburbio de Malakoff, en el suroeste de París, transcurrieron sin contratiempos el jueves. Mientras un numeroso cuerpo policial estaba presente filtrando el acceso a la plaza donde se desarrollaban los festejos, cinco trabajadoras sociales vigilaron a la multitud durante toda la velada.

La misión de los cinco hombres que vestían camisetas moradas estampadas con la palabra “Mediacióntiene dos vertientes. Su principal objetivo es tratar de prevenir los conflictos y calmar el malestar público a través del diálogo. También trabajan para crear vínculos con los residentes locales. “Es un trabajo que realmente te hace sentir útil”, dijo Samba Baye con una sonrisa. “Podemos ayudar a las personas sin hogar a mejorar su situación, concienciar a los jóvenes sobre ciertos problemas o intentar calmar las cosas cuando una situación se sale de control. Y a veces, como esta noche, estamos allí justo cuando se necesita.

Baye fue uno de los primeros trabajadores sociales de Malakoff cuando se implementó el sistema en 2020. Hoy, hay cinco de ellos trabajando cinco días a la semana en los barrios de la ciudad. Todos son empleados de Promévil, una asociación especializada en acción social en colaboración con el municipio y los servicios del Estado HLM.

“Entonces, ¿qué piensas de la noche?”

El jueves por la noche temprano, antes de la exhibición de fuegos artificiales de las 11 p. m., Baye y sus colegas caminaron entre la multitud. Algunas personas los saludaron con una sonrisa y un “buenas noches”, mientras que otros les dieron la mano y charlaron un poco con ellos.

De repente, Baba, otro trabajador social, se escabulló y caminó hacia un grupo de vagabundos sentados en bancos.

Los vagabundos sonrieron ampliamente cuando vieron acercarse a Baba. Charlaron un rato, luego Baba retrocedió unos pasos porque la situación parecía tranquila. “Los conocemos bien. A menudo caminan por la plaza y desafortunadamente beben mucho. Traté de explicarles que esta noche deberían tener más cuidado porque era una noche especial”, dijo Baba.

A unos metros, justo detrás del cordón de seguridad instalado por la policía municipal, un grupo de adolescentes se echó a reír. Esta vez, Karim, trabajador social durante 10 años, inició la conversación. “Entonces, ¿qué piensas de la noche?” les preguntó. Uno de ellos respondió: “Es genial, crea el ambiente”, antes de exclamar, señalando el techo del edificio detrás de él: “¡Pero quiero ver los fuegos artificiales desde allí, alto!”

Karim rápidamente descartó la idea y señaló que trepar a un edificio no solo es ilegal sino también muy peligroso. El adolescente terminó por estar de acuerdo con él y desistió de la idea descabellada. Luego, la conversación continuó, con bromas y referencias a Mansour Barnaoui, un joven de Malakoff que ahora es campeón de artes marciales mixtas e ídolo de los adolescentes locales.

La conversación giró hacia los disturbios de las últimas semanas luego del tiroteo policial el mes pasado contra Nahel, un adolescente de ascendencia argelina, en el suburbio parisino de Nanterre. Los niños del vecindario sacaron sus teléfonos para mostrar imágenes que claramente dejaron una impresión. Uno dijo que participó en la violencia, mientras que otro confesó, con una mirada decepcionada, que lo habían obligado a quedarse en casa. Pero todos llegaron a la misma conclusión: “Nos identificamos con Nahel, ¡es injusto lo que le pasó!”.

“Son buenos chicos, escuchan”, dijo Karim. Agregó que fue el resultado de tres años de construir relaciones con ellos.

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“Asesorar, no ordenar, y tender puentes”

Antes del comienzo de las festividades, Karim, Baye y Baba estaban convencidos de que la noche sería tranquila. Pero por la tarde, la ansiedad era palpable en la ciudad.

El equipo comenzó sus rondas habituales en las calles de Malakoff alrededor de las 16:30 horas. Revisaron todos los rincones y grietas en busca de daños y tomaron fotografías de vertederos ilegales durante unas dos horas.

Karim, Baye y Baba también se detenían regularmente para charlar con los transeúntes, y en cada edificio saludaban al cuidador, escuchando comentarios y quejas.

En su lista, anotaron una o dos puertas rotas y algunas preocupaciones del vecindario. Sin embargo, seguía surgiendo una pregunta: “Entonces, ¿será una noche ocupada?”.

Malakoff se salvó relativamente de los disturbios que siguieron a la muerte de Nahel. “Algunos autos y botes de basura fueron incendiados y una tienda fue destrozada”, dijo Baye. Atribuye este “buen historial” en parte a los esfuerzos de los trabajadores sociales sobre el terreno.

“Hablamos con estos jóvenes durante los disturbios. Pudieron expresar sus sentimientos de injusticia e ira”, dijo. “Por nuestra parte pudimos sensibilizarlos y explicarles que no solo la violencia no era la solución, sino que se arriesgaban mucho si participaban del vandalismo. Varios jóvenes nos dijeron que entendían y que intentarían hablarlo con sus amigos”.

Baye también señala que “somos las personas a las que acudir para los problemas del día a día. Hay una falta de servicios públicos aquí en la noche. El ayuntamiento cierra a las 5 de la tarde y después no hay nada. enlace todo el tiempo”.

Esto es particularmente importante, agregó Baba, “porque las relaciones entre la policía y el público no son las mejores en estos días”.

Baba dijo que su trabajo era “aconsejar, no ordenar, y construir puentes. Y eso ahora es más útil que nunca”.

Es un sentimiento compartido por muchos residentes locales, quienes a menudo expresaron su gratitud al equipo con un simple, pero sincero, “Gracias a Dios por estar aquí”.

Este artículo es una traducción del original en francés.