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Un da menos para las elecciones, un da menos para la probable victoria y un da menos para el seguro inicio de las hostilidades. El llamado bloque de centro-derecha italiano, que en realidad es una coalicin con mucha derecha y escassimo centro, ha cerrado el jueves en la Piazza del Popolo de Roma la campaa electoral, y de la actitud de sus protagonistas, del simbolismo escogido y de la falta de fe de sus seguidores y votantes se pueden sacar lecciones muy claras.
La primera, por si haba dudas, es que Giorgia Meloni es la lder, la favorita, la que ms y mejor mueve las masas y la que marca el ritmo. Es la que acapara el protagonismo y la ilusin, las crticas y las advertencias, los titulares y las preguntas en todas las entrevistas, sea quien sea el que responde. Todo gira a su alrededor, y aunque todava est buscando su tono, su perfil, se le ha puesto cara de dirigente sin hacer mucho para merecerlo. En el acto de clausura (el conjunto, porque maana ella va a Npoles en un movimiento arriesgado) que buscaba festejar los buenos pronstico y la divisin de sus rivales es la nica que no hizo un discurso de campaa, un mitin, sino una intervencin casi de celebracin.
La segunda nota para los analistas es que Silvio Berlusconi, incapaz de moverse sin ayuda, pero con el mismo peculiar humor de siempre, tiene asumida la realidad, pero no sus consecuencias. Sabe que su partido es ahora el socio minoritario del bloque, el menos relevante para sacar votos, pero que es el esencial para blanquear al grupo y dar una ptina de europesmo, de atlantismo y de responsabilidad. Ha cerrado ‘Il Cavaliere’ su intervencin, en sus horas polticas y fsicas ms bajas, asegurando que es un “imperativo categrico” exprimir el voto y llegar al poder, por lo que ha gritado con todas sus fuerzas “viva Giorgia, viva Fratelli d’Italia, viva la libertad”. Se comporta como si siguiera siendo el jefe y, a ratos, parece que los dems, como en los ltimos das de Salazar, le dejan que viva en ese mundo de ayer.
La tercera leccin es que Salvini no va a aceptar el papel secundario al que los sondeos parecen condenarlo. La logstica y la lgica aritmtica ha impuesto que haya sido Meloni la ltima en salir a escena y eso ha sido aceptado, pero, entre sus filas y las del resto de socios, hay pocas dudas de que la Lega no asumir su liderazgo, no sin fricciones, provocaciones y desafos. Salvini, que fue ministro en una coalicin imposible con Cinque Stelle, est intentando encontrar su lugar. Sus bases le han tolerado giros impensables, como el de este mircoles presumiendo de ser hijo adoptivo de la antao “Roma ladrona”, pero eso vala cuando todo iba bien y sacaba un tercio de los votos. Si cae, es probable que le pidan cuentas y volver a los orgenes, y no se puede soplar y sorber cuando la nueva figura emergente ha mejorado tu libro de jugadas.
Ha arremetido contra la izquierda, contra el alcalde de la ciudad, contra los maltratadores de animales, contra quienes no hablan del autismo, contra la RAI, los impuestos y contra quienes desde fuera, ha lamentado, les quieren “decir a los italianos cmo votar”. Ha cargado Salvini, desplazado en el foco de las cmaras, pero, sobre todo, en el calor de los simpatizantes, contra los inmigrantes y contra todos los molinos de vientos que encontr, desde los que dicen “progenitor uno y progenitor dos en lugar de pap y mam” hasta las ONG que rescatan nufragos en el mar. Ha alzado el tono respecto a los oradores anteriores, ha buscado la chispa del telediario, ha enarbolado la guerra cultural, pero ha quedado superado, anulado, por la fuerza magntica de Meloni, a la que ya ve y empieza a tragar como presidenta. Haga lo que haga, ella gusta ms.
La cuarta leccin, derivada de las anteriores, no es sorpresa a estas alturas, pues en la poltica italiana hay una ley inexorable: da igual cun exagerado, estrambtico y rompedor seas para tu poca, dan igual los escndalos, las provocaciones, las gamberradas, dan igual las fotos son strapas, el machismo perpetuo, las amistades indeseables: siempre vendr alguien que te supere.
El acto romano del jueves es un resumen magnfico de lo que han sido los ltimos 30 aos de la derecha nacional y de los equilibrios en general. Fue una breve historia de evolucin e involucin, del Bunga Bunga de Berlusconi a la transformacin asombrosa de la Lega, desde el independentismo de Fini a los ccteles en baador de Salvini en el Papeete Beach Club pasando por decenas de experimentos moderados (sic) que fueron engullidos y despedazados por el camino. En Italia, ms que en otros sitios, hay bula y todo vale y se perdona, desde el acoso sexual a coquetear con el fascismo.
La Piazza del Popolo estaba a media entrada y solo la aparicin de Meloni ha electrizado el ambiente. Sus predecesores, en el palco y en el liderazgo del centro derecha, han cosechado aplausos y algunas risas, pero ella ha provocado respuesta, cnticos, verdadera pasin. No ha tenido que hacer gran cosa. Ni un gran discurso, ni un programa elaborado. Ha dicho lo que lleva meses diciendo, algo que compartiran al 80 o al 90% los votantes de otras fuerzas, como Cinque Stelle. Los palos a la casta, a los especuladores, a los parsitos y rentistas que llevan, ha dicho, exprimiendo el pas durante dcadas. “Dicen que damos miedo. Esos son los que no tienen que tener miedo”, ha avisado. Y ha dicho lo que sabe que vuelve locos a los suyos, sin necesidad de prometer nada original.
No ha sido un acto histrico, pico, sino un buen reflejo de esta campaa que parece estar generando muchsimo ms inters y reacciones fuera que dentro de Italia. Se prev mucha abstencin y los votantes parecen bastante indiferentes, con lo que pasa y lo que puede pasar. Los partidarios de Fratelli d’Italia, abrumadora mayora segn sus banderas, estn ya paladeando la victoria y preparando las listas para ajustar cuentas. “El futuro nos pertenece”, dicen sus gorras y camisa. Meloni est ya all, un paso por delante, pero, si se confa, demostrara no entender nada de la poltica de su pas. Aqu hay que temer, ms que nada, a tus compaeros de partido y de coalicin, porque el resto, los adversarios, ya han demostrado su capacidad infinita para autodestruirse.
Meloni, Berlusconi y Salvini han salido juntos y, casi con eso, tienen la mitad hecho, porque los dems, en el centro, la izquierda y la indefinicin, ni siquiera son capaces de ello. Van por libre, peleados, y eso no se le escapa a nadie, y menos a los que tienen que depositar su voto el domingo.
Despus de lustros sin un presidente salido directamente de las urnas, de incontables apaos y tecncratas, quizs ha llegado la hora de un poltico. Y lo que saben es que la derecha se va a pelear enseguida y, probablemente, a autodestruir, pero la izquierda, aparentemente, es incapaz de simplemente sentarse siquiera en la mesa juntos. “Desafo a Letta, a Renzi, a Calenda, a Bonino, que digan maana, que digan antes de que abran las urnas, con quin estn dispuestos a formar gobierno”, ha instado Meloni. Y probablemente nadie tenga a da de hoy una buena respuesta.
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